NO QUIERO TU PIROPO, QUIERO TU RESPETO

Olalla Vega Carol

Presencia y participación de las mujeres en la España del siglo XX



No quiero tu piropo, quiero tu respeto



El acoso callejero es muy común y está normalizado. Ir caminando por la calle y recibir un piropo es algo habitual. Estos cumplidos pueden ir desde un "inofensivo" silbido o pitido hasta gritar vulgaridades o incluso peor, seguir a la mujer en cuestión (en grupo o en solitario). 

Con respecto a esto considero que es imprescindible hacer mención de la existencia del violentómetro en el sistema patriarcal, el cual mide las escalas de violencia que se ejercen sobre la mujer por parte del hombre: desde los mal denominados "micromachismos", que no son micro porque sustentan todo un sistema de violencias que siempre dan pie a otras mayores (No son micro. Machismos cotidianos. Claudia de la Garza), hasta violaciones y feminicidios. Dejar que sigan subsistiendo los "micromachismos" permite que se generen situaciones de mayor violencia.


Por otro lado, en relación a los "micromachismos", es relevante nombrar al llamado gaslighting (nube de gas) que consiste sustancialmente en crear un sentimiento de culpabilidad en la mujer a la hora de recibir ciertos comentarios o ser objeto de ciertas actuaciones machistas. Esto se genera mediante la manipulación psicológica de la mujer a través de comentarios que minimizan comportamientos humillantes, intimidatorios y abusivos que esta tiene que soportar día tras día. Por medio de las actitudes que subestiman las conductas machistas se hace creer a la mujer que las sufre que está exagerando y que es unas desagradecida y unas maleducada por no darle las gracias al hombre que le ha dedicado el piropo o que se ha fijado en ella y se ha sentido con el derecho de tocarla, hablarle o seguirla. 


Es común que a las mujeres se nos culpe de las violencias que vivimos. Cada vez que una es víctima, se hace referencia a su vestimenta, a la hora, el sitio y a su historial sexual. Esto no es nada más que un intento de justificar al hombre por sus actos y responsabilizar a la mujer de los abusos recibidos. Todo ello se debe al hecho de que en la sociedad está arraigada una mentalidad patriarcal en la que se ignora la verdadera problemática: la impunidad de los agresores. 

Justificando a los hombres que tienen estas actitudes machistas a través de la crítica a la mujer por vestir de cierto modo o por encontrarse en un lugar a una determinada hora permite que estos comportamientos se sigan generando e incluso vayan a peor. De este modo, lo único que podemos conseguir es volvernos a encerrar en la esfera privada que tradicionalmente nos correspondía en cuanto mujeres y permitiendo que sigan existiendo abusadores que estén al acecho en cuanto invadimos la esfera pública que le correspondía tradicionalmente al sexo "fuerte".


Por otro lado, es irónica la hipocresía del patriarcado: dicen que llevamos una falda muy corta y que por eso nos violan, pero entonces, ¿porque hay niñas violadas? Dicen que vamos a estar seguras si nos quedamos en nuestra casa, pero entonces ¿por qué hay tantas denuncias por violencia doméstica? Sólo cabe concluir que da igual como nos comportemos, dónde estemos y cómo nos vistamos: los agresores son ellos.


En ocasiones los hombres que nos dirigen estas palabras o que actúan de este modo consideran que sus actos deberían halagarnos pero, de este modo, generan situación incómodas en las cuales nos sentimos pequeñas y desprotegidas.

Esto se debe, como lo analizamos en clase, a la atribución de la esfera pública a los hombres y la privada a las mujeres. El sentimiento de parte de los hombres de que el espacio público les pertenece, orilla a que sientan que tienen la potestad de incomodarnos, opinar de nuestros físicos y, en general, hablar a mujeres que no conocen de nada.


Los piropos no buscan halagar, buscan incomodar y reforzar la idea de que el espacio público les sigue perteneciendo, y que pueden hacer de este lo que les apetezca.

Es, evidentemente, un acto patriarcal, ya que no es coincidencia que sean los hombres quienes lo hagan. 

"A mí también me gustan las mujeres y no las acoso", se escucha gritar en multitud en agrupaciones feministas. Gustar de una mujer no justifica, bajo ninguna circunstancia, tener la potestad de invadir su espacio. El hecho de que te gusten las mujeres no implica tener ciertas actitudes con respecto a ellas, sino que el sexo masculino, que por la posición que tradicionalmente ha tenido dentro de la sociedad, se cree con el derecho de comportarse así e incluso considera que le debemos agradecer el halago con una reacción positiva y una sonrisa. 


La realidad es que a nosotras no les debemos nada. Cuando salimos a la calle, arregladas o no, no es para complacerlos ni para conquistarlos; es simplemente porque quisimos hacerlo así. No esperamos comentarios al respecto, no nos halagan. Tiene que quedar muy claro que si no nos gusta, o no nos cae bien la persona o simplemente no queremos aceptar ese halago, no le debemos a nadie una disculpa y tenemos todo el derecho de reclamar. No significa no, y no: yo no quiero tu piropo.





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